El fuego
Mi sección "Dímelo bonito" del día 07/09/2025 en el programa "Buenos días gente de Andalucía" con Mariló Maldonado en Canal Sur Radio.
Es extraña la relación que tiene el ser humano con el fuego. Es muy destructivo, eso es indudable, pero también nos da luz, calor y cocina nuestros alimentos.
Es impensable un asentamiento humano sin ningún tipo de fuego, de hecho la misma palabra fuego, en castellano, deriva de focus (el foco, el centro) que era dónde se mantenía encendido el fuego en una casa. De ahí pasó a fogar y nos trajo hogar para designar a la casa al completo e incluso a sus miembros.
Y yo estas vacaciones de verano, he cambiado temporalmente de hogar, porque mi cuñado que es medio gallego y medio alemán, nos invitó a pasar las vacaciones en el pueblo de sus abuelos, en Galicia, así que he podido ver los incendios más de cerca de lo que hubiera deseado.
Por cierto, en gallego no se dice fuego, se dice lume, de la raíz griega lux, de donde nos llega lumbre, que significa luminosidad o brillar. Ahí tenemos alumbrar, vislumbrar, deslumbrar y otras menos claras como leucocitos, los glóbulos blancos, esos policías que tenemos en la sangre.
Y hablando de policías, no me he alegrado más en mi vida de ver a un guardia civil. No me malinterpretéis, no es que haya tenido ningún problema con ellos, me refiero a ese pellizco que se te coge en el estómago cuando te los cruzas por el camino, que aunque tu vayas bien, dudas de todo.
En el viaje de ida a Galicia por carretera, creo que era pasando por Extremadura si no recuerdo mal, empezamos a meternos en la boca del Lobo. Era de madrugada y las llamas alumbraban la autovía, aunque la visibilidad empezaba a reducirse por el humo. Darse la vuelta no era una opción y cuando ya estábamos pensando en parar vemos un bastón luminoso de esos que lleva la guardia civil, como si fuera un caballero Jedi. La autovía estaba cortada por el fuego.
Nos sacaron de allí no sin antes darnos las indicaciones para volver a la autovía dando un rodeo por una sucesión de pueblos desconocidos para mi hasta ese momento. La lección de humildad vino cuando nos dimos cuenta de que el sistema de navegación hipermegaintegrado con el coche no funcionaba porque las torres de telefonía móvil se habían quemado.
Ahí comenzó una especie de Gymkana de madrugada, en la que debíamos ir buscando el siguiente pueblo leyendo las señales de tráfico ¡Como si estuviéramos en los 80! Estuve a punto de quitarme el cinturón de seguridad, fumar con las ventanillas subidas y darles a los niños chicles con azúcar, ¡ahi a lo loco!
Superado este pequeño escollo, continuamos sin mayores problemas el viaje hacia nuestro destino. Una vez instalados en el hotel, nos acercamos, con mucha precaución a la aldea de mi cuñado: Vilaverde, en el concello de Melón.
Había varios focos activos y si cambiaba el viento podía amenazar las casas. No voy a mentir, yo estaba asustado, pero la rápida intervención de los bomberos y demás cuerpos combinada con la ayuda de los propios vecinos solventó la situación. Porque me quedo con eso: siempre hay alguien dispuesto a ayudar.
Aunque, a veces, como más se ayuda es no estorbando, como nos dejaron muy claro cuando preguntamos si podíamos echar una mano, aunque fuera tirando tierra con una pala. La respuesta fue lo opuesto a todos los estereotipos gallegos: clara, concisa y sin rodeos. Con tal de que no vengáis a joder la marrana está bien.
Le tuve que aclarar a mi cuñado, que ya había dicho que es medio alemán, que la marrana es el eje de giro de una noria, o de un molino, por ejemplo. Se le llama así por el sonido que hace debido al rozamiento con el resto de las piezas. Si rompe la marrana, no funciona nada.
Afortunadamente a los dos días estaba el fuego controlado y no hubo que lamentar daños personales, pero me sorprendió que aquella pequeña aldea recuperara la normalidad tan pronto. El siguiente fin de semana comenzaban las fiestas de San Bartolomeu, patrón de Vilaverde y protector contra los incendios, no es por casualidad que tiene encadenado y a sus pies al demonio, a Lucifer, el portador de luz, con la raiz lux, de nuevo, la misma que lume, fuego en gallego.
Y al final acabamos todos juntos en la comida popular y allí me di cuenta de que que aunque había sentido el fuego de cerca ni por asomo calentaba tanto como el hogar, con H mayúscula, de aquel pueblo.
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