La estación (I)

foto de sphansen
El sonido que produjo la camarera al dejar el platillo con el cambio sobre la mesa despertó a Daniel.

-Que vergüenza.- pensó a la vez que miraba hacia ambos lados.- espero que no se haya dado cuenta nadie.... o por lo menos que no haya roncado.

Se desperezó disimuladamente sin levantarse. Se había quedado traspuesto en la silla. Era bastante irónico haber dado una cabezada después de haber recorrido media ciudad para llegar a aquella cafetería. En la ciudad había cientos de cafeterías, pero un amigo le había recomendado el que sirven en la estación central. Le dijo que el sabor especial de aquel café era debido a que la máquina nunca se apagaba, estaba encendida de manera ininterrumpida desde el noventa y cuatro, año en el que reformaron la estación. La verdad es que el café no había merecido tantos desplazamientos, pero le había prometido a su amigo que lo probaría


Daniel cogió el cambio, dejando algunas monedas en el plato y se guardó la cartera en el bolsillo interior de su chaqueta a cuadros. También cogió un par de bolsitas de azúcar con el nombre de la cafetería y se las guardó. Aunque su amigo no le había pedido ninguna prueba de su visita prefería mostrárselas a la vuelta. Así era Daniel.

Se levantó de la silla, recogió su maletín y dio media vuelta en dirección a la puerta de salida, la misma por la que había entrado. Miró el reloj.

-Vaya.- pensó .- Son casi las once, he pasado aquí mas de una hora. Un poco mas y me veo engullido por la marabunta del presidente.

Esquivó el resto de mesas y sillas de la cafetería, que estaba dispuestas a modo de semicircunferencia delante de la barra. Todo esto en medio del gran vestíbulo de la estación Central. Un día normal a esa hora la estación estaría prácticamente desierta, pero empezaba a tener una afluencia de público debido a la inauguración de la nueva línea de alta velocidad, que se produciría a las doce en punto, con la llegada del presidente en el primer viaje. La estación estaba llena de carteles dando la bienvenida al Sr. Presidente.

Daniel salió de la pequeña isla de tranquilidad que suponía el grupo de mesas y sillas y se dispuso a salir por una de las puertas de la estación, en dirección a la parada de taxis. Echó la mano al bolsillo, en busca de su teléfono móvil. Aprovecharía para hacer un par de llamadas. "Sin cobertura" le indicó el terminal. Atravesó las puertas de la estación, que se abrieron a su paso, mirando la pantalla del teléfono, esperando que en cuanto saliera a la calle obtendría la señal.

Cuando levantó la vista paró en seco. Había una enorme valla metálica justo donde terminaba la ancha acera.

-No puede ser.- pensó .- acabo de entrar por aquí.

Oyó como la puerta automática se cerraba detrás de él. Carteles en colores chillones y en varios idiomas indicaban que los peatones debían girar a la derecha, para llegar al paso peatonal. Así lo hizo, pero no llegó a dar mas de cinco pasos.

Un dardo se clavó en su cuello e hizo que cayera fulminado. Acto seguido un grupo de militares se acercaó hasta Daniel. El primero en llegar le palpó el cuello e hizo una señal hacía la cámara de seguridad.

-Muchas gracias, señores.- dijo a través del megáfono un joven con bata blanca, que parecía dirigirlo todo.- Tenemos cinco minutos para volver al inicio.

Dos enfermeros subieron a Daniel a una camilla y se le llevaron sin muchos espavientos. Por el camino se cruzaron con otra camilla, que transporta a otro hombre, también inconsciente.

-Perfecto.- dijo el del megáfono cuando la camilla pasó por su lado.- Llevadlo a su posición de salida.
-El primero eliminado.- dijo sorpresivamente un militar que se acercó por la espalda.

Los enfermeros que habían entrado en la estación con la camilla sentaron el cuerpo inconsciente en la silla de la cafetería que indicó el del megáfono. No era la misma que había usado Daniel, en esa tomó asiento un hombre vestido igual, con la misma edad y complexión que Daniel. No era un doble perfecto, sin duda alguien que lo conociera hubiera notado la diferencia.



-¡Atención, menos de un minuto! .- dijo el del megáfono.

(continuará en La estación (II) )
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