Estaba yo pensando que os voy a contar la historia del origen de una frase hecha que estoy seguro hemos usado en múltiples ocasiones.
Se emplea cuando una cosa toca a su término o al oír o ver algo muy absurdo, disparatado o escandaloso, de este modo abandonando un problema insoluble.
Ya sé que todavía no he pronunciado la frase hecha, pero para no hacer spoiler, como dicen los modernos, y que tenga una mijilla de gracia, no lo diré hasta el final.
Todo empezó en la Alpujarra Granadina en el mil ochocientos y pico, concretamente en Pitres. Dos sacerdotes optaban a una plaza como capellán castrense y para discernir quién se quedaba con el puesto, el que dirigía esta oposición decidió hacerlo de la siguiente manera: ambos debían dar una misa y ganaría aquel que lo hiciera en el menor tiempo posible, demostrando así su dominio de la materia.
Por aquellas fechas las misas se daban en latín y el primero, a la vez que se acercaba al altar en lugar de comenzar con “Introibo ad altere Dei” ("Y me acercaré al altar de Dios...") dijo directamente “Ite, Misa est”, que era la fórmula con la que se despedía la eucaristía, el equivalente al actual “Podéis ir en paz”.
El segundo, como veía que le sacaban ventaja y quería ganar sí o sí, miró al monaguillo que llevaba la vela y le dijo: “Apaga y vámonos”.
Se emplea cuando una cosa toca a su término o al oír o ver algo muy absurdo, disparatado o escandaloso, de este modo abandonando un problema insoluble.
Ya sé que todavía no he pronunciado la frase hecha, pero para no hacer spoiler, como dicen los modernos, y que tenga una mijilla de gracia, no lo diré hasta el final.
Todo empezó en la Alpujarra Granadina en el mil ochocientos y pico, concretamente en Pitres. Dos sacerdotes optaban a una plaza como capellán castrense y para discernir quién se quedaba con el puesto, el que dirigía esta oposición decidió hacerlo de la siguiente manera: ambos debían dar una misa y ganaría aquel que lo hiciera en el menor tiempo posible, demostrando así su dominio de la materia.
Por aquellas fechas las misas se daban en latín y el primero, a la vez que se acercaba al altar en lugar de comenzar con “Introibo ad altere Dei” ("Y me acercaré al altar de Dios...") dijo directamente “Ite, Misa est”, que era la fórmula con la que se despedía la eucaristía, el equivalente al actual “Podéis ir en paz”.
El segundo, como veía que le sacaban ventaja y quería ganar sí o sí, miró al monaguillo que llevaba la vela y le dijo: “Apaga y vámonos”.
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